No suelo salir a comer fuera mucho, sobre todo desde que la crisis ha provocado un descenso en el poder adquisitivo de mi casa, al igual que ocurre con muchos otros ciudadanos. Pero como llevamos algo de tiempo intentando visitar un restaurante que no hace mucho tiempo que ha abierto en Badajoz. El nombre de este restaurante es bastante revelador: Cronicass Carnivoras.
Con un nombre como este, es de esperar que su especialidad sean los platos de carne. Desde platos de solomillo hasta hamburguesas, pasando por burritos de carne, se puede encontrar una carta lo suficientemente nutrida como para afrontar los gustos de los comensales que se acerquen al establecimiento.
Dos retos para atrevidos
La carta de este restaurante tiene dos retos, solo aptos para los más atrevidos. El primero es comerse una hamburguesa y el segundo un burrito, ambos con un peso total de dos kilogramos y en un tiempo de cuarenta y cinco minutos. Quien sea capaz de acabárselo en el tiempo indicado (patatas incluidas), el comensal se ahorra el precio del plato. Para ello además no se puede mover de la mesa mientras se lo está comiendo.
Un reto bastante interesante que no ha conseguido nadie todavía.
El incidente
Antes de comentar el asunto del encabezado, quiero destacar que yo pedí solomillo, concretamente una tapa de solomillo preparado al estilo de la casa, con bacon y queso de cabra fundido, regado con una reducción de vinagre balsámico y acompañado de patatas fritas. Aquí tenéis la imagen del plato:
Lo cierto es que por el precio del plato el resultado es bastante satisfactorio, incluso aunque tardaran bastante más de lo que se puede esperar en preparar un solomillo, y que el solomillo estuviera cortado en pedazos tan irregulares que algunos de ellos estaban muy hechos y otros mucho menos hechos.
El problema surgió después, cuando al estar terminando mi solomillo me encuentro una sorpresa de lo más desagradable: lo que en un principio pensé que podría ser una hoja de tomillo resultó ser un objeto metálico que nada tenía que ver con la comida. Os podéis imaginar lo que habría ocurrido si me lo llego a llevar a la boca.
Aún así, eso no es lo peor, pues al hacer notar al personal que había aparecido tan curioso ingrediente en mi plato, después de un rato se limitaron a pedirme disculpas y a decir que no sabían de dónde había salido. Y ni siquiera fue el dueño el que se acercó a pedir disculpas, sino que fue la camarera que estaba atendiendo la mesa.
Realmente me ha resultado una gran decepción el trato recibido, pues en cualquier otro lugar el dueño se habría acercado a la mesa para pedir disculpas, y hasta es posible que hubiera tenido algún detalle con el fin de evitar que se ponga una reclamación, reclamación que no he puesto por deferencia a los amigos que tanto nos recomendaron el restaurante. Simplemente me limité a decir a la camarera, que por otra parte no tiene la culpa de lo que ocurra en la cocina, que no pasaba nada. Pagamos y nos fuimos. Eso sí, no tengo ninguna intención de volver.
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